“Maricón, ¿de qué?”. Estas fueron las últimas palabras que pudo pronunciar Samuel para defenderse de un ataque verbal homófobo mientras disfrutaba de la compañía de su amiga Lina en una discoteca de A Coruña. Acto seguido, su agresor le propinó una paliza que le dejó indefenso. 15 minutos duró la agonía provocada por el mismo agresor al que se unió después un grupo de entre 10 a 15 personas y que decidieron que la vida de Samuel valía menos que la de ellos. Horas después falleció por un traumatismo craneoencefálico severo. El pecado de Samuel fue simplemente existir.
Podríamos estar narrando un hecho puntual de otra época, pero lamentablemente esto es actualidad. La muerte de Samuel Luiz nos ha consternado y conmocionado a todo el colectivo LGTBI y ha provocado una gran reacción en redes sociales que se ha extrapolado a las calles para pedir justicia en su nombre. Es una de las innumerables agresiones y delitos de odio que está sufriendo la comunidad y que se están viendo incrementadas peligrosamente en los últimos tiempos.
Las infradenuncias, detonantes de la invisibilidad
Nos remontamos al año 2019 con datos publicados por el Ministerio del Interior para observar un aumento del 8,9% respecto al año anterior con 278 hechos delictivos de odio. Es la cifra más alta de los cinco años anteriores.
Lo cierto es que las palizas y los ataques violentos son la “punta del iceberg” de la infinidad de “microagresiones” que se producen. Sin embargo, rara vez llegan a la muerte de la víctima. El problema es que la falta de denuncia no solo propicia inmunidad, también la indefensión del colectivo. Las personas LGTBI, por normal general, confían poco en las autoridades al creer que no van a llegar a nada. En otros casos, desconocen que han podido sufrir un hecho denunciable.
Otro motivo por el que se denuncian poco este tipo de actos homófobos es porque, según Carmen García de Merlo, presidenta de COGAM Madrid y abogada de profesión, considera que hay letrados y fiscales que no ven el agravante del odio recogido en el artículo 510 del Código Penal y creen que es una imposición de la Unión Europea.
Esto lo hemos visto en el caso de Samuel, ya que por mucho que los testigos insisten en que fue asesinado al grito de “maricón”, el caso ha tardado en ser investigado con el agravante de homofobia. Para evitar esta falta de sensibilidad jurídica, García de Merlo defiende “una labor mayor de formación y sensibilización” en relación con el funcionamiento de la violencia antiLGTBI.
El ascenso de la ultra derecha, la gran responsable
Gracias a los datos recogidos por la FELGTB podemos saber que los incidentes de odio se sitúan en los 971 casos, incluyendo tanto casos en comisarías como los registrados por asociaciones de toda España. Esto supone un enorme aumento respecto a los 629 casos del año anterior. Sin ir más lejos, en las últimas semanas, coincidiendo con las celebraciones del Orgullo, se ha producido una ola de agresiones LGTBI-fóbicas. Estamos ante cifras vertiginosas que tienen un claro responsable: el ascenso de los discursos del odio promovidos por la ultraderecha.
Un discurso que se ha normalizado en el debate público al disponer de potentes altavoces en el Congreso de los Diputados, en los medios de comunicación y sobre todo, en las redes sociales. De esta forma, su peligroso mensaje ha ido calando en la sociedad y ha podido legitimar esos pensamientos en personas que los lleven a cabo en forma de violencia, tal y como está ocurriendo.
Mientras que en otros países de la Unión Europea se ponen líneas rojas, en España hay partidos políticos que se alían con ellos, lo que supone un claro retroceso de nuestros derechos.
Vienen tiempos difíciles para el colectivo LGTBI en el que nos tocará volver a luchar más fuerte y a levantar más la voz. Ahora más que nunca, no cabe más que educar, educar y educar.
Eliminar la LGTBIfobia es obligación de TODAS las personas, DENUNCIA.
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