Antonio Muñoz Tapia, vecino de Doña Mencía Córdoba, es cofrade de la Agrupación de Cofradías del Cautivo durante más de 20 años. Escribió un artículo para la revista “El Rezaor” donde pedía la igualdad en la iglesia y las Cofradías para todos los gays y el colectivo LGTBI.
«Recientemente se tuvo que aplazar el acto de presentación de esta revista por orden de la Jerarquía eclesiástica, teniendo que volver a imprimir la revista completa sin ese artículo».
Antonio considera que esto es escandaloso “una institución de la jerarquía que dirige la Iglesia se gaste 1.500 euros en volver a editar una revista para silenciar una opinión personal que solo pide Igualdad”.
«Mi intención con el artículo es hacer una llamada de atención sobre la discriminación que sufrimos los gays en la Iglesia y las Cofradías, cuando en gran parte formamos parte de ellas. Y cómo todos lo hemos normalizado y dado por bueno, sin rechistar».
El artículo de Antonio Muñoz Tapia
Igualdad real, ¡ya!
No consigo entender que a estas alturas, en 2022, esté escribiendo esto. Pero desgraciadamente seguimos anclados en el pasado. Desafortunadamente, la Iglesia y como consecuencia el mundo cofrade, es una de esos reductos donde en la práctica se sigue discriminando en función de tu orientación sexual.
Y ya es hora de decir basta. Es hora de reclamar una igualdad absoluta, ¡ya!
Algunos dirán que no hay discriminación, que a nadie lo echan por ser gay o lesbiana, faltaría más. Pero, ¿hay igualdad?, ¿en la Iglesia, en las cofradías?, ¿en serio? Entonces ¿por qué no me puedo casar con mi marido delante de mi Virgen como cualquier otra pareja? ¿Por qué saltaban las alarmas cuando algunos pensaron que yo iba a ser la propuesta para ser pregonero hace unos años? ¿Por qué algunos se rasgaban las vestiduras ante una declaración de no discriminación en la agrupación de cofradías? ¿Por qué no puedo volver a ser Hermano Mayor de una cofradía de la que lo he sido durante 20 años? ¿O vicepresidente de la Agrupación de Cofradías, como ya lo fui? ¿Por qué? Porque antes “no era gay”, o es que lo importante es no decirlo. ¿Lo importante es mentir y ocultar cómo eres? ¿El mandamiento no decía “no mentirás”?
Eso sí, el gay viene de maravilla en las cofradías si es para poner flores, arreglar las imágenes, bordar el palio, montar un altar, ¡que la Imagen vaya preciosa!, ¡que la Iglesia quede estupenda! Para eso no hay problema. Para eso estamos todos encantados seas lo marica que seas. Para eso da igual que tu pluma sea más grande que la del casco del romano, porque interesa. A ver cómo iban a salir la mayoría de las cofradías sin todos esos gays a los que después se les desprecia. Para eso sí, pero para tener los mismos derechos que los demás, ¡está claro que no! Y todos callados.
Que estemos aun así, cuando hasta el propio Papa Francisco da continuas muestras de apertura, solo se entiende por una jerarquía eclesiástica más preocupada de su sillón que de cuidar de su feligresía. Jerarquía con mentalidad medieval que le hace un flaco favor a la religión. ¿Quién decide que hay categorías de cristianos? ¿Quién determina que somos menos católicos que otros en función de a quién cogemos de la mano?
A veces me preguntan qué hago en una institución como la Iglesia, que no me respeta como soy. A veces yo también lo pienso, pero creo que se puede provocar el cambio, conseguir una evolución. Que no tienen por qué hacerme abandonar mis creencias. Porque está claro que no somos nosotros los que hacemos daño por el amor que yo pueda expresar por quien sea. Peca el que utiliza nuestro amor para sacar a relucir su odio.
“Amaos los unos a los otros”, eso es lo que dijo Jesús. No recuerdo que especificara a quién, ni que se pusiera cortapisas ni apellidos al hecho de querer.
Y que nadie se preocupe, que no tengo interés en volver a ocupar ningún puesto, ni representar nada. Solo quiero que tanto yo como todos los demás tengamos los mismos derechos que cualquier otro cofrade, sea como sea, quiera a quien quiera. Que nadie de los que luchamos por nuestras hermandades sea discriminado, o tratado como diferente. Es solo una cuestión de igualdad, simplemente de dignidad, la que se merece cualquier cristiano.